MÁQUINAS DE OTRA ÉPOCA

Era una de esas tardes de verano en las que apetece pasear. El sol comenzaba a ocultarse por el horizonte y la temperatura ambiental estaba empezando a bajar rápidamente, lo cual se agradecía en pleno mes de agosto. Dando un paseo sin rumbo fijo, aparecí en las eras...







Me llamó la atención el griterío de un grupo de niños. Estaban jugando con unas máquinas viejas y abandonadas. Había antiguas segadoras, beldadoras, carros, vertederas en desuso, incluso hasta coches abandonados. Los niños utilizaban y manejaban estos artefactos como si fuesen juguetes. Había uno que se sentó en el sillín de la segadora y se puso a manejar los mandos y palancas, como si de un avión F18 se tratara, otro que inverosímilmente se subió encima de la beldadora y se introdujo en el compartimento superior. Otro que andaba sobre los filos de unas vertederas oxidadas, como si se tratara de un gimnasta andando sobre una barra fija. El más recatado estaba intentando aflojar unos tornillos para desmontar unas hojas cortantes de una segadora.


Si algún día un niño se hiere de gravedad y se desgracia con una segadora, beldadora o cualquiera de estas máquinas oxidadas en fase de putrefacción, la mayoría de las cuales tienen bordes cortantes y que además están desperdigadas por todas las eras, ¿quién deberá responder por daños y perjuicios?. ¿El dueño de la máquina por dejarla al alcance de todo el mundo y desentenderse de ella?, ¿el propietario de la finca por permitir que su propiedad sea un vertedero de máquinas viejas?, ¿el Ayuntamiento por tolerar esta situación?, ¿o todos...?.


Posiblemente estas máquinas estén ahí desde que dejaron de ser útiles, seguramente llevan 20 ó 25 años adornando nuestras eras. Son máquinas que marcaron una época y que hubieran merecido mejor final que descomponerse a la intemperie a lo largo de los años. ¿Tendremos que seguir conviviendo con ellas otros 20 ó 25 años más hasta que sus esqueletos se desmoronen?


Algunos dirán: “...es que estas máquinas tienen su encanto, dan ambiente, se integran en el paisaje...”. Ni mucho más lejos de la realidad, lo único que dan es el aspecto de un pueblo descuidado y tercermundista, en el que el respeto por el medio ambiente y el entorno es inexistente, amén del peligro potencial que conllevan estos artilugios hacia los niños.


Otros se atreverán a decir: “...es que no tengo sitio para guardarlo...”. Yo tampoco tenía sitio para guardar mi prehistórico ordenador 8088 digno de un museo y no por ello lo guardé en la casa del vecino.


En fin, sigamos rezando para que el Ángel de la Guarda de los niños que juegan con estas máquinas nunca les abandone...

Comité Central